jueves, 4 de septiembre de 2008

Marcelo Fernández escribe lo siguiente...

ARTE ANDINO. PUEBLOS ORIGINARIOS.

Nos encontramos en este espacio de lectura, para iniciar un camino pedagógico con la intención de llegar a los alumnos y docentes, de reinventarnos a través de las herramientas escolares y redefinir aprendizajes y contextos diversos.
¿Qué queremos lograr? ¿A dónde queremos llegar? ¿Qué buscamos enseñar?

Debemos tener en claro nuestros posicionamientos para “optimizar” nuestros roles y potenciar nuestras búsquedas.
Como docentes, de las Artes Visuales, pretendemos rescatar las imágenes del pasado y conectarlas a las generaciones del futuro.

Es preciso re- conocerlas, elaborarlas, aprehenderlas y resignificarlas en un nuevo contexto cultural y diverso. Nos urge definir conceptos, y porque no, re – situarnos en nuevas realidades que descubrimos y que cambian por sí mismas.
Cuando iniciamos el recorrido por las culturas de nuestro ancho y extenso país, empezamos a re-crear nuestra identidad: la conocemos, la recreamos y la “relatamos” a nuestros educandos.
Iniciamos entonces... “reencuentros”.
¿Porqué? Porque nos reencontramos con el ORIGEN (o lo pretendemos).
Ser profesor de Plástica, es de algún modo, cumplir la vocación de explicar nuestra historia, nuestros comienzos, el porqué de donde venimos. Es explicarnos a nosotros mismos, lo que nos pasa como CULTURA.
Es transmitirles a los alumnos, el “qué somos” y que posibilidades creativas hay en este fascinante sumun de pueblos originarios que corren en nuestras venas.
Es de algún modo, explicar nuestra sangre. Este pensamiento es el más profundo motivo que explica nuestros anhelos, como docentes que intentamos describir el porqué de una búsqueda: “¿Para qué hacemos este encuentro con los pueblos originarios, o con lo que nos dejaron hombres y mujeres del pasado, en las montañas, en las sierras, en las hondonadas, etc?”.

Volviendo a los “reencuentros”, es importante tener en cuenta que como docentes de las Artes, tenemos una materia prima, que es la IMAGEN, el diseño.
Trabajaremos, entonces, sobre diseños que aparecieron (siguen apareciendo) en el inmenso territorio de nuestro país. Son códigos culturales que indican per se un lenguaje utilizado, una manera de ver el mundo, que nos intriga, que nos enamora, que nos atrapa con el misterio de los siglos y nos hace soñar utilizando la imaginación fértil (de los chicos artistas, los alumnos).
El docente de Artes, es entonces un explorador del pasado: investiga los lenguajes visuales de culturas desaparecidas y las resignifica en el aula del taller de Plástica.
Trabajamos con imágenes de aves, felinos, reptiles, seres antropomorfos, seres “abstractos”, símbolos, etc, que despiertan en nuestro interior, una riqueza insospechada oculta, lista para ser comunicada.

Hace un año partimos desde una hipótesis, de cómo puede todo el bagaje artístico, todo el diseño indígena, de las tierras argentinas y amerindias, pueden fortalecer el aprendizaje creativo de los niños y adolescentes argentinos.
¿Es posible aproximarnos exitosamente desde la escuela primaria y la escuela secundaria, a la estética de la iconografía y simbología precolombina?
No teníamos registros inmediatos de experiencias pedagógicas, por lo que nos propusimos demostrarnos la posibilidad de iniciar un camino distinto y concreto. Un año después comprobamos el éxito descollante y la “multiplicación” de la “tesis” en varios lugares: la iconografía indígena requiere su abordaje artístico y genera transformaciones importantes y destacadas, en la imaginería de los niños y estudiantes.

Comenzamos a problematizar la imaginería de diversas culturas, utilizando bibliografía especializada, indagando sus recónditos significados ocultos, “arqueologizando” sus estructuras enterradas por el tiempo y a través de las técnicas artísticas, generamos actividades pedagógicas en los talleres, en las aulas con alumnos, con los docentes en cursos de perfeccionamiento, y pudimos generar espacios para la indagación de los contextos estudiados, con resonancias en nuestra identidad como docentes, o alumnos.

En esta problematización, utilizamos distintas y numerosas técnicas de arte (pintura, grabado, objeto, metales, máscaras, mixtas, etc) y como resultado, empezamos a desarrollar un camino inevitable: la evaluación de los logros.
La evaluación implica un proceso de miradas múltiples y rigurosas. Pero la repercusión “social” de las experiencias ha desbordado gratamente, las hipótesis iniciales: obliga a continuar multiplicando encuentros, ante otros docentes, y “evaluando” itinerarios fuera de nuestros distritos barriales, hacia el exterior.
Las expectativas mínimas de estos talleres se han cumplido sobradamente, obliga entonces a ajustar la mirada crítica en el interior de su proceso de desarrollo, del proyecto general y a ajustar hacia delante, a visualizar nuevos horizontes pedagógicos.

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